miércoles, 28 de diciembre de 2011

Juego

-Uno con veinticinco por favor- dijo una joven de cabellos rubios cuando subió al 41. Se sentó en uno de los asientos del fondo, contra la ventana y se puso los auriculares del celular. Miró hacia afuera, sin pensar en nada, mas que en la letra de la canción que iba escuchando. Así fueron los primeros diez minutos de su viaje, hasta que en el asiento de adelante, se sentó un joven, y ella lo miró distraídamente.
- ¿Que haces acá?- dijo con un falso desdén, y luego sonrió. - No te veía desde...-
- Desde el accidente, si...- dijo él con una escondida tristeza- Pasó tiempo.
-¿Y por qué volviste ahora? ¿Pasó algo?
-No, nada. Solo quería verte. ¿Vengo en un mal momento?
-No, me llamó la atención. Pensé que no me querías hablar más- dijo la joven mirando fijamente por la ventana, y con un tono de voz para que solamente la escuche su compañero.
-¿Porqué no iba a querer? Desde chiquita sos mi mejor amiga. Además, lo que pasó te lastimó a vos, no a mi.
-Si... Pero, ¿Qué pasó ese día? No me acuerdo nada.
-Ni yo. Solo me acuerdo que aparecimos en un hospital, una semana después de la fiesta de Dolores.
-¿Vos también? Pero si... ¿Los doctores te podían ver?
-No, aparecí cuando te despertaste. Ese momento que vos estabas dormida... ni idea a dónde fui a parar.
-Que raro ese día, o días...  Bueno, en fin. Contame algo de tu vida últimamente.
El joven rió y dijo- No mucho. Ser visible sólo para una persona es aburrido aunque tiene sus ventajas. Me estoy instalando en la casa de un piloto, es genial, nunca está, tengo la casa para mi solo.-
-Debe ser divertido- dijo la joven entre risas. Fue en ese instante que un hombre gordo se sentó en donde su amigo estaba, y éste desapareció.
La reacción de la chica fue de genuina sorpresa, se inclinó hacia adelante para ver mas de cerca a quien tenía adelante, con los ojos abiertos de par en par. Miró dentro y fuera del colectivo, buscando a su amigo, y nada. Muchas personas voltearon a verla extrañados y finalmente cesó en buscarlo, pero segundos después apareció en el asiento de al lado, sentado encima de otro señor. La imagen era tan ridícula que generó la risa de ambos.
Y charlaron, y charlaron, y charlaron...
-No te olvides igual, de lo que te dijeron hace un par de años.- Le dijo el.
-Si no tiene sentido, no sigas.- contestó ella. En ese momento, recordó lo que había pasado en el accidente.

-No te olvides lo que te dijeron... si no tiene sentido, no sigas. Quizá eso es lo que necesitas.- Le dijo el, sentado en el asiento de acompañante. Ella, destrozada, aún llorando y manejando peligrosamente rápido, contestó.
-Algún sentido tiene que tener. No quiero dejar de vivir. Alguna salida tiene que haber.
-A ver Clara, ¡Pensá! ¿Hace cuanto que le estas dando vueltas, y seguís sin encontrar respuestas? No tiene sentido que sigas atascada en este mundo. Yo soy el único que te ve. ¡Y el resto no me puede ver! Si no le das un fin vos, lo hago yo.- Y así lo hizo. El amigo de Clara, quien la había acompañado toda su vida, agarró el volante y  lo giró hasta que chocaron contra un camión y posteriormente contra un poste de luz. 

Al recordar todo esto, lo miró a los ojos. El pudo notar el miedo en los ojos de Clara.
-¿Que pasó ese día?- insistió ella
-Ya lo sabés... Y curiosamente seguís acá.-
-¿Porqué me quisiste matar?-
-Esa fuiste vos.- Le dijo, mirándola con unos ojos fríos. Ella tuvo miedo. Cerró los ojos y susurró -Andate.- Cuando abrió los ojos, el ya no estaba ahí. El resto del viaje continuó en calma, y ella, un par de paradas más adelante, se bajo. Pero sin que ella lo notara, él apareció detrás de ella, y la siguió. Al pasar en frente de un espejo, Clara lo vio, y salió corriendo. Siguió corriendo hasta que entró a un edificio, cerró la puerta con llave, y dejó que su respiración volviera a la normalidad. Con un suspiro final, se dio vuelta.
Ahí estaba el, en las sombras, mirándola desafiante a unos centímetros de ella, con un cuchillo en la mano. Apuntó el cuchillo hacia ella y dijo -Si no le das un fin vos, lo hago yo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Huracán

Tanta ira, tanta ira.
Sentí un calor en mi cuello, sentí como mis cejas se juntaban. Una onda de furia se revolvía en mi pecho, mientras mis hombros se ensanchaban, pensamientos impropios invadían mi cabeza y un silbido insoportable abrumaba mis oídos.
El calor de mi cuello bajó a todo mi cuerpo, me vibraba la cabeza, punzaba, dolía. Mi respiración aumentaba conforme la onda iracunda subía por mi garganta. El silbido era cada vez mas fuerte, cada vez más agudo, cada vez más penetrante, más mío, porque sonaba solo en mi cabeza. Ése mismo silbido se mezcló con la ferviente onda que salió en forma de grito por entre mis dientes, por entre mis labios, vaciando mis pulmones. 
Más energía, más violencia, más efervescencia. El aire que se escapó totalmente de mis pulmones, el vacío se convirtió en viento. Mis pulmones, mis puños en mi pecho, mi grito, mi fuerza, todo llevaba a que pierda el control. Mis pies se elevaron, el viento que salía de mi garganta se arremolinaba y me elevaba. 
Me convertí en viento. Soy un Huracán.

sábado, 29 de octubre de 2011

Brújula

Siempre andaba preguntándome hacia donde iba, sacando la brújula de mi bolsillo. Hoy que la encontré rota, me pregunto que  fue lo que hice con mi camino.

jueves, 13 de octubre de 2011

Querido Amigo

Yo sé quién sos. No lo niegues. Ambos sabemos que te encanta tomar un desayuno bien cargado a la mañana, que seguís un horario estricto y que nunca te despegas de la rutina. Sé muy bien que te gusta jugar con tu sobrino, que no te fascina leer. Es normal verte por la mañana caminando hacia el trabajo, con un café de la cafetería de la esquina de tu casa y que nunca se te va el colectivo. No somos tan distintos.
Sé que a tu casa no entran muchas personas, que tenés todo muy ordenado, que lees el diario todos los días, yo sé quién sos. Tenés un trabajo en la policía federal y esto es así porque querés esconder quien sos. Pero no te confundas, yo te veo, yo te conozco.  Sé que escondes tu objeto más preciado abajo del sillón, que no dejas que nadie se te acerque de manera emocional, le tenés miedo a la gente. No buscas peleas, no haces nada fuera de tiempo, sos correcto y estás orgulloso de serlo, no lo niegues, porque yo te conozco y sé como sos.
Tenés un secreto. Un secreto que no creíste que alguien podía averiguar, pero te equivocaste ¿No? Yo te veo, esa es tu falla. Sé que gozas al escuchar el silencio de la noche, ya que sos una criatura nocturna. Tenés víctimas casi regularmente y que disfrutas de la cacería como una leona cuando persigue a su presa. Sé que sos un asesino a sangre fría y que no te causa repulsión ver la sangre correr, por el contrario, te encanta su calidez, su textura. Te apasiona quitarle la vida a alguien más,  te sentís impune y poderoso, solo porque podes manejar un cuchillo.
Se perfectamente quien sos y como sos, como te manejas. No tengas miedo, no te voy a delatar. Amigo mío, no te tienes que esconder porque yo, soy exactamente como tú.

martes, 27 de septiembre de 2011

Fugaz

Eran las 4 de la mañana. Yo estaba en mi auto, manejando en la autopista Buenos Aires-La Plata. La vía estaba muy vacía, excepto por un Volkswagen Bora negro que estaba detrás de mí, a cierta distancia.  Éste auto venía más rápido que yo y estaba por pasarme por la derecha. Cuando me pasó, entramos en zona de radar y el Bora bajó la velocidad. Estábamos muy pegados. El foco derecho de freno estaba desconectado. Se veía un movimiento extraño del otro lado del vidrio. De un segundo al otro, el vidrio se rompió, y una mano salió de ahí, ensangrentada. Había una mujer en el baúl. Agarré mi teléfono, quise llamar a emergencias, pero no tenía señal y no conectaba.  El Bora aceleró, lo seguí lo más cerca posible. Unos cuantos kilómetros después, el auto delante de mí tomó un desvío.  Nos estábamos adentrando en el campo, y habíamos comenzado a atravesar un camino de tierra.  Decidí seguirlo con mayor disimulo, manteniendo una distancia considerable. El Bora entró en una estancia que tenía un cartel todo borroneado. Seguí unos 3 metros, estacioné a un costado del camino y retorné a pié, escondiéndome entre los pastizales.
Volví a encontrarme con el cartel inentendible, que indicaba la estancia vacía. El auto se encontraba ahí. Estaba vacío y la chica ya no estaba en el baúl. De pronto, en la casa se escuchó un grito femenino.  Entré lo más rápido que pude, tratando de cuidarme la espalda. Ahora, el silencio dominaba la casa. Se escuchaban ruidos en el primer piso y mientras estaba subiendo las escaleras, pude escuchar la voz desesperada de la chica nuevamente.
— ¡Pará! Por  favor, te suplico. No, no, no, no lo prendas, no, no, ¡NO!—  Un chillido desesperado abrumó el edificio. Era el grito de una mujer torturada. — Po…por favor… Yo… no se… yo no sé nada—. Decía la mujer con voz débil en la habitación del fondo.  — ¡NO! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!—
Y los gritos no cesaban. El aire era denso. Pobre mujer. 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Socorro

Ya falta poco... Ya voy a llegar... Ay que agotador es esto... Y el arnés tirando así no ayuda en nada. No debería tirar así. ¡Ay! Esto me está haciendo mierda, por suerte me quedan solo unos metros de escalada, sino...
La puta madre... No, no, no, no... Arnés de mierda ¿porqué te venís a romper ahora? La puta madreeeeeeee.... La piedra, la piedra. Tengo que conseguir una estable. No, no, no, ¡no te sueltes! Ahí va... Ya está. A ver, mi celular, emergencias. ¿Donde puse el...? Ahhh, es verdad, en la mochila roja. Señal, señal, ¿Donde voy a conseguir señal en esta montaña de mierda? A ver, calmáte. Mochila de la espalda, está el kit de emergencia. ¿Ahora como carajo me la saco? Tengo que conseguir un escalón o algo. Uh está re lejos el muy forro. A ver.. Llego, vos podes, Estefanía, VOS PODES. 
Uh, no, el pie, el pie. No te resbales, esperá.. A ver, mierda... Ahí está, el coso este, tiro la mochila y me tiro un segundo... La puta madre, los cosos estos de mierda. No, así no puedo sacármela. ¿Llego? no, no llego... Ahhh me voy a caer ¡la concha del pato!... Ahí está, llegué llegué.. NO ¡MIERDA!

miércoles, 10 de agosto de 2011

Espectro

Yo estaba caminando por la calle. Todo parecía pasar en cámara lenta, y todo se veía en blanco y negro. Nada tenía sentido y estábamos todos al pedo, en pedo, porque vivimos de pedo. La muerte prematura de mi sobrina lo demostraba sin problemas. La vida es algo tan frágil que a veces no se llega a obtener, como ella, que murió antes de abrir los ojos.  Con un ataque de bronca, me desvié de mi camino, puse mis puños en mi frente y los choqué contra una pared.  Una lágrima y un quejido ronco se me escaparon. Me quedé unos segundos así, en estado deprimente, mientras la gente seguía caminando detrás de mí. Me incorporé y me quedé inmóvil, observando a la gente.
Sigo caminando. Un humo rojo se ve entre la gente. Perdón, no era humo, era como una tela o un espectro. Un espectro, la mejor forma de describirlo. Se movía por entremedio de la gente y los autos, los edificios y las luces, como si fuese un rayo, veloz. Daba giros y vueltas, como si estuviese danzando. Se iba acercando a mí. Miré para todos lados, perecía ser yo el único que lo notó. Todo el resto de la gente seguía sin detenerse, apurados, mirando sin mirar.
                El espectro de pronto se fue, desapareció. Todo retomó su curso, aburrido, rutinario y doloroso.  Aminoré mis pasos, aunque no estaba apurado, caminaba para sacar mis penas, sin ir a ningún lado.  Todo estaba en blanco y negro  y parecía pasar en cámara lenta. Yo no podía dejar de pensar en Lucía, y en mi hermano, quien acaba de perderlo todo. Me sentía roto, con rabia. De imprevisto, el espectro rojo apareció frente a mí. Al instante siguiente, este chocó contra mi cabeza, me atravesó y me tiró al suelo.
                Vi todo negro, todo oscuro. Un calor insoportable invadió mi cuerpo entero y mucho odio acumulado comenzó a librarse, como vapor de agua al destapar una olla caliente. La oscuridad se tiñó de rojo y comencé a sentir de forma distinta. El odio, la furia, la ira, se apoderaban de mis pensamientos. Mis recuerdos más tristes, desgarradores y molestos eran todo lo que pasaba por mi cabeza. Sentí como si mi peso fuera cada vez menor y yo comenzaba a flotar, me desvanecía. Ahora yo era solo un espectro. 

miércoles, 20 de julio de 2011

Importante

La criatura se abalanzó ante mí.  Me le acerqué. Lentamente, levanté mi mano derecha para acariciar su piel escamosa. Bajó la cabeza y cerró los ojos, al mismo tiempo que expulsaba humo por la nariz. Me le acerqué aún más y lo abracé, como pude. Ante el tacto, la criatura se desprendió de mí y se desplomó en el suelo, emitiendo un leve quejido. Lo miré fijamente; quería hacer algo, lo que sea, para evitar que sufra.  Comencé a buscar en su cuerpo alguna herida, algún rasguño, alguna espina, que le esté causando tanto dolor. El dragón abrió los ojos y me vio con agonía, mientras yo buscaba como sanarlo.
Al revisar debajo de su ala izquierda, lo vi. Una herida muy abierta y cubierta de sangre, cerca de donde debiese estar su corazón.  Rocé la herida con la yema de los dedos. El reaccionó con un quejido intenso e intentó apartarse del tacto.
-Shhhh. Todo está bien. Voy a evitar que sigas sufriendo.- Le susurré. Tenía que hacer algo, no podía verlo en ese estado. Palpé mi bolsillo. ‘Esta es la única solución’, pensé.
Lo miré a los ojos y él me devolvió la mirada. Puse mi mano en su rostro y replicó acercándose a mí, sin quitarme la mirada adolorida que tenía sobre mí. Con mi mano libre saqué mi navaja de mi bolsillo y la giré en mi mano.
-Te prometo que todo va a terminar muy pronto. Voy a sacarte de la miseria.- le dije. No quería hacerlo, pero tenía que. Acerqué mi cuchillo a la herida. Continué mirándolo fijamente en los ojos.  Expulsó humo por la nariz. Suspiré. Mi cuerpo temblaba de arriba abajo, y el dragón emitió un sonido que yo interpreté como un incentivo a que hiciera lo que tenía que hacer.
-Lo lamento mucho. En serio. Siempre vas a ser mi mejor amigo.-
Cerró los ojos. Una lágrima salió de uno de ellos. Fue entonces que atravesé su corazón con mi navaja.

miércoles, 13 de julio de 2011

Persecución

-Sí. Nos vemos mañana.- Dijo Julia. Julia era una fiscal de treinta y cinco años, con experiencia, firme y muy eficiente. Siempre los casos en los que le tocaba trabajar eran sobre violaciones a menores, ese era su campo de experiencia. Su último caso, constaba de una adolescente de trece años y un hombre de cuarenta y siete años. Según el testimonio de la menor, el hombre, quien era su profesor de historia, la interceptó mientras ella iba a comprar pan y la arrastró hasta un departamento, donde la violó. Julia logró que al hombre se lo condene por quince años. Luego de este caso le aguardaba una semana tranquila de relajación.
Llegó a su casa, se lavó las manos, fue a la cocina y se puso a cocinar, papas al horno con salsa de champignion y crema blanca, todo casero. Ella vivía sola en un mono-ambiente, en el centro de la ciudad. Mientras que esperaba a que se cocinara su cena ajustó el termostato en exactamente 24° y acomodó los cuadros que tenía. Preparó la mesa para comer, comió, limpió la cocina, la mesa, barrió el piso y se lavó los dientes y las manos.Se duchó, se vistió con ropa para dormir y después se acostó en su cama que estaba perfectamente paralela a la ventana.
A eso de las tres de la mañana se despertó por el ruido de un trueno. Había comenzado a llover. Miró hacia afuera, contemplando la lluvia. Se levantó y fue lavarse las manos y los dientes. Cuando volvió, un rayo iluminó el cielo y del lado de afuera de la ventana pudo ver un hombre que la miraba con una expresión digna de un asesino a punto de atacar. Julia se sobresaltó y se alejó de la ventana, pero con un segundo rayo, confirmó que el hombre que había visto antes no se encontraba allí. Se preguntó si el cansancio tenía algo que ver con su confusión ya que no estaba acostumbrada a imaginar cosas. Se sirvió un vaso de agua mineral, se lavó las manos y miró la hora. Eran las 3:47 am. Nuevamente se fue a lavar los dientes y se fue a dormir.
Al día siguiente cuando caminaba a su oficina, se cruzó a la defensora del acusado en su más reciente caso. Julia aminoró el paso y miró para abajo. Pero sus intentos para que ella no la vea fueron inútiles. Su contraria se dirigió hacia ella con mucha furia y dijo -Espero que estés feliz, acabas de condenar a un hombre inocente a estar quince años sin su familia.- Le dio un leve empujón y siguió su camino. Julia decidió ignorarla, no creía que ese hombre sea inocente. Es más, le hizo un favor a la familia de este hombre al sacarlo de ese entorno. Ella nunca aceptó un caso sin saber quien era culpable y quien víctima. Puso ese encuentro en el pasado y siguió su camino. Un rato después, cuando Julia llegó al edificio en el cual trabajaba, al subirse ascensor, notó que un hombre entraba al edificio, muy desesperadamente, buscando algo, o a alguien. Entonces Julia vio quien era, era el mismo que ella había visto en su ventana la noche anterior, el mismo que había sido sentenciado a quince años de condena por violación a una menor, condena que ella había facilitado.
Las puertas del ascensor se cerraron y éste comenzó a subir. Al llegar a su piso se dirigió directo a su oficina y cerró la  puerta. Se limpió las manos con toallas húmedas y se sentó frente a la computadora. Ordeno los papeles pendientes por  fecha y alfabéticamente, prendió su computadora y comenzó a revisar sus mails. Poco tiempo después, Julia escuchó que alguien quería entrar en su oficina. Su corazón comenzó a acelerarse. Se alejó unos centímetros del escritorio en su silla de oficina, abrió el cajón inferior, y mantuvo en su mano un spray pimienta que tenía por si alguien venía a robarle.
-Julia, acabo de recibir los expedientes del último caso.- Dijo una mujer regordeta que estaba parada en la puerta.
-Ay, Morena casi me matas del susto.-replicó Julia. Morena era la asistente de Julia. Julia le dijo que deje los expedientes en el escritorio. Así lo hizo y se fué. Julia se puso a revisarlos haciendo caso omiso a su reacción anterior. Se limpió las manos con toallas higiénicas y se puso a trabajar, intentando evitar pensar en aquel hombre que vio al llegar al edificio.
Eran cerca de las cinco de la tarde cuando Julia salió del edificio en el cual ella trabajaba. Al salir notó que alguien salió atrás de ella. Tenía miedo de fijarse quien era, pero su intriga fue más fuerte que ella. Se dio vuelta y se arrepintió de haberlo hecho, el hombre que ahora la estaba siguiendo era el mismo que ella temía.
Un par de cuadras más adelante, Julia comenzó a bajar la velocidad de sus pasos permitiendo que el hombre se acercara. Cuando sintió que estaba lo suficientemente cerca, se dio vuelta para enfrentarlo, pero el hombre no se encontraba ahí. Atontada, se volteo para seguir su camino y vio que el hombre estaba esperándola en la siguiente esquina. Julia estaba aterrada, tanto que cambió la dirección de su trayecto y buscó una forma alternativa de llegar a su casa. Al poco tiempo, ella notó que el se encontraba justo detrás de ella. Julia aceleró su paso, el hizo lo mismo. Julia cambió de dirección tres veces, sin lograr que el hombre se despegue de ella.
Se hizo de noche y ella ya estaba corriendo, escapando. Al llegar a su casa, se lavó la cara las manos, aún estando con la respiración agitada. Comenzó a llorar, estaba aterrada. Se sentó en el borde de su cama y miró hacia la cocina. Se dirigió a tomar un vaso de agua mineral para poder recuperarse de aquella huida. Bebió el agua de un trago y salió de la cocina
-AHHHH!- Gritó ella , todos sus cuadros habían sido reemplazados por fotos del hombre que la había estado acosando el día entero. Esas fotos la miraban con un gesto asesino. En su desesperación, tiró todos los cuadros por el balcón.
-Que pena, eran tan lindos cuadros.- Dijo una voz masculina detrás de ella. Julia, desesperada, lo miró fijo. El hombre la atacó con un cuchillo en la mano. Julia ahogó un grito, y forcejeó con el hombre para salvar su vida. Con un movimiento rápido, Julia le cortó la garganta. El hombre gritó y un segundo antes de morir le dijo entre gritos. -YO---SOY---I---NOC---ENTEE!!!---
La sangre brotaba del cuerpo sin vida que yacía frente a ella. Julia arrojó el cuerpo a la calle y limpió toda su casa, desesperada. Había demasiada sangre. De tanto en tanto lavaba su cara y manos. Finalmente se fue a dormir, sin cenar.
Al día siguiente al despertarse, notó que todos sus cuadros estaban perfectamente colocados en su departamento, como si nunca los hubiese tirado por la ventana. Al lavarse las manos notó que estas sangraban con el contacto con el agua.

domingo, 19 de junio de 2011

Imaginación activa

Las puertas del colectivo se abren mientras termina de frenar. Yo bajo y veo que a mi izquierda una mujer rubia, un poco mas baja que yo, intentar subir al colectivo pero interrumpirse en el proceso, para correr delante mío y agarrar a un niño de unos 3 o 4 años con remera rayada celeste y negra, que estaba llorando. Lo toma en brazos y vuelve a subir al colectivo.
Por algún motivo, esa escena me impresionó sin motivo aparente. Me dirigí hacia mi casa y me dispuse a hacer lo mismo de siempre. Un rato más tarde, en la tele se oyó:
"ULTIMO MOMENTO: Mujer denuncia el robo de su nene Agustín, en plena Av. Las Heras. Señora cuéntenos..." Mis ojos se abrieron dolorosamente, y mi cuerpo se tensó de los pies a la cabeza. No puede ser, es imposible. pensé. Era inútil, estaba convencida de que era el mismo chico y luego de escuchar el reporte entero en la televisión, lo confirmé, era el mismo niño. Agarré el teléfono y me dispuse a hablar con mi padre, sin embargo, antes de poder terminar de marcar el número, se escucha un ligero golpe en la puerta. Dudé por un segundo, y finalmente dije "¿Quién es?" a lo que una suave voz contestó "¿Mami?". Abrí la puerta y estaba aquel nene que se había subido al colectivo con esa mujer rubia, y el mismo que había sido reportado perdido. El nene se puso a sollozar, y yo estaba petrificada, mirándolo fijamente.

viernes, 20 de mayo de 2011

Desde afuera mirando hacia adentro

Ella corría abajo de la lluvia. Corría desde hace tanto tiempo, que ya no se acordaba desde cuando. Lo único que buscaba era un refugio, un lugar en el cual ella pueda escapar de esa horrible lluvia. Pasó por cinco casas y todas le negaron el paso. Al sexto intento, se encontró con un numero grande de personas que ingresaban en un lugar. Todo quisieron entrar y a todos se les permitió. Todos los presentes, recién ingresados en ese lugar, fueron muy cálidos los unos con los otros.
Un rato más tarde se dieron cuenta que no todos entraban (o esa era la excusa que ponían algunos para echar a otros) y se empezaron a empujar los unos a los otros. Los más gentiles se apartaban y los vulnerables eran apartados. Ella era ambas, pero al mismo tiempo quería poder quedarse. Poco a poco, las personas se iban sujetando, para poder entrar todas en ese pequeño lugar.
Pero nadie tomó su mano. Y por más que intentó agarrar ella la mano de alguien, estaban todas ocupadas. Debido al reducido espacio, ella se vio obligada a abandonar el lugar, aunque eso significara mojarse en la lluvia. 
Finalmente aceptó que no había espacio para ella ahí y decidió salir. Al salir, la lluvia la empapó y negándose a caminar sola debajo de la lluvia, se acercó a una de las ventanas del lugar y se quedó ahí, mirando de afuera hacia adentro.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Vagón del subte

9:53 pm.
'Tengo que llegar. Por favor, que el subte llegue.' Pensaba Isabela Torres. Golpeaba su pie impacientemente contra el piso. Sus brazos estaban cruzados y su cabeza giraba de un lado para el otro, mirando en varias direcciones. El subte se acercó, las puertas se abrieron y ella entró. Había tres asientos libres en frente de ella. Se sentó en el segundo contando de derecha a izquierda, entremedio de un caño de metal y un hombre que Isabela pensó que tenía unos cuarenta y cinco años.
El vehículo hizo sonar la alarma que anticipa que las puertas se cierren. Dos segundos después, las puertas se estaban cerrando. El subte avanzó dentro de un túnel negro y oscuro, en el cual, solo iluminado cada un par de metros por tubos incandescentes. Faltaban 5 estaciones para que Isabela tenga que bajarse en la estación correspondiente. Su pié izquierdo marcaba un ritmo incesante contra el piso del vagón. Sus dedos se agitaban en su regazo y su cabeza y sus ojos cambiaban de dirección continuamente.

10:12 pm
El subte se detuvo con una sacudida intensa. Las luces del vagón titilaron y luego se apagaron. Un calor recorrió todo el cuerpo de la joven. 'Ya es hora.' Pensó. Se levantó de su asiento, siguiendo muy bien su papel.
-¿Qué habrá pasado?- preguntó. Un hombre de la fila de en frente le contestó. -Debe ser un desperfecto de la máquina. El asistente del conductor nos va a informar seguramente.
En ese momento un joven atravesó una puerta que conectaba dos vagones. Al verlo, la Isabela sonrió en señal de bienvenida, lo que fue notado por el hombre que se había sentado con la joven, quien entonces se paró y exclamó.
-¡Los quiero a todos en el suelo! Tengo una bomba en mi camisa. ¡LOS QUIERO A TODOS IMPLORANDO POR SUS VIDAS!- Una ola de terror invadió el vagón. Todos se tiraron al piso como el había dicho. Isabela lloraba, lo que llamó la atención del terrorista. -Vos, busca al conductor. Si no está en tres minutos en frente mio haciendo lo que yo le digo, hago explotar la bomba ¡¿ME ESCUCHASTE?!-
-Si.- Contestó con un sollozo ahogado en su garganta. Antes de que ella pudiera avanzar, el terrorista continúa hablando.- Vos. El que entró por la puerta lateral ¡Con ella!- y los dos salieron corriendo hacia el vagón del conductor.
Pero cuando estaban en el último vagón, que se encontraba vacío, treparon hasta el techo del vehículo y salieron por la salida de emergencia, de ahí siguieron corriendo hasta que estuvieron lo suficientemente lejos del subte.

10:17 pm.
Sé escuchó una explosión y al darse vuelta, efectivamente comprobaron la destrucción total del móvil. Se detuvieron y se sonrieron el uno al otro.
Misión Cumplida.

domingo, 1 de mayo de 2011

Indiscreto

-Así que estos son los cambios. ¿Les parece bien?

-¿Qué? ¿Desde cuando? ¿Porqué la mitad de ellos lo saben desde antes? ¿Porqué soy la única en esta posición?- Me recliné en el asiento y miré fijamente mis manos, eran unas extrañas, porque por mas que fuesen mías, yo no podía hacer nada con ellas en esta situación. - ¡Que ilusa! ¿Como pude siquiera pensar que esta ves sería diferente? Siempre fui sumisa en cualquier situación y esta no iba a ser la excepción. Sabía de un cambio, pero tenía un panorama completamente diferente armado en mi cabeza. No me lo armé yo, ojo. Me engañaron, me hicieron creer que los cambios no iban a afectarme tanto. Me mintieron directamente en la cara. Seguramente aquellos que se hicieron llamar mis amigos, no podían esperar a deshacerse de mi, y si iban a hacerlo, era mejor hacerlo si me apuñalaban por la espalda. No no puede ser eso. -Suprimí una lágrima y mi garganta comenzó a doler, como si tuviese un nudo tensándose en el interior- No es ese el motivo y lo se. Pero me es imposible no pensar esa posibilidad, sobretodo siendo yo la persona mas insegura de todas. ¿Pero porqué no me avisaron? ¿Porqué siempre tengo que estar fuera de todo?- Tenía la mirada de varios clavada en mi. Mi rostro era tan indiscreto a la hora de mostrar descontento y tristeza que todos voltearon a ver. Alguien se aminó a acariciarme la cabeza, sin decir palabra alguna, mientras que una de las personas presentes se acercó.

-¿Estas bien?-

-Si, se me rompió un uña- Esa fue la contestación  más patética que a alguien se le puede ocurrir.- No preguntes, ni te molestes, no te voy a decir. Vos eras una de las personas que sabían, y no me dijiste. No estoy de acuerdo con ese sistema. No estoy haciendo ningún esfuerzo por ocultar mi desdén hacia el cambio, así que no ignores mi indiscreción y dejame tranquila. Obviamente, fui, soy y seguiré siendo solo un peso más en la espalda. 

domingo, 17 de abril de 2011

Montaña Rusa Roja

Hacía ya cuatro años que le tenía miedo a la velocidad, al punto tal de querer ir caminado a todos lados, en lugar de usar algún medio de transporte. Mi psico-conductista me aconsejó que me suba a una montaña rusa. La verdad es que no me acordaba lo mucho que me habían gustado esos juegos. Decidí hacerle caso y visité el Parque de la Costa. Fui sola porque no quería hacer el ridículo en frente de mis amigos o conocidos. 
Cuando llegué, lo primero que hice fue ver las majestuosas montañas rusas verde y roja. Me entró vértigo de solo pensarlo. Empecé a enfrentar mi miedo con juegos mucho más tranquilos. Me subí a las Sillas Voladoras, luego al Pulpo, los Autitos Chocadores, las Tacitas (aún así con muchísimo miedo) y así hasta que finalmente me animé a subirme a la Montaña Rusa Roja.
Me dirigí hacia el juego. No había mucha cola y mi turno de entrar al aterrador juego se acercaba. Las personas hablaban a mi alrededor pero yo solo escuchaba mis pulsaciones, se elevaban con cada paso que daba. Estaba aterrada porque sabía que este iba a ser el juego más veloz hasta el momento. Finalmente ingresé a la plataforma. Ahí en frente se encontraba un carro rojo. Me ubiqué en el centro, ya que los asientos delanteros y traseros son los que más impacto reciben. Me aferré al seguro del aparato y cuando la empleada pasó a asegurar mi asiento, el seguro estaba inamovible y perfectamente asegurado, mientras yo lo mantenía agarrado.
El aparato entró en marcha y el carro comenzó a retroceder y a elevarse. Tenía pánico, me temblaban las manos y me sudaba todo el cuerpo. Ahora si, ya no había vuelta atrás. Cuando el carro llegó a su altura máxima y todos los pasajeros comenzaron a gritar de emoción, el viento me arrojó los pelos a la cara. Solté mis manos para desbloquear mi vista y en ese instante, el seguro se soltó, dejándome vulnerable frente a la gravedad.
-¡¡¡AYUDA!!!! SE SOLTÓ EL SEGURO. POR FAVOR, ¡¡¡¡BÁJENME!!!!- Grité mientras me aferraba con ambas manos al asiento, para no caerme de semejante altura. La gente gritaba decían que paren el juego.  Mi acompañante estiró su mano para sostenerme y ayudar a que no caiga. -¡¿NO ESCUCHAN LAS EMPLEADAS?! ¡¡¡¡BÁJENME!!!! AYUDA POR FAVOR.- Pero las empleadas, al parecer, no habían visto, ni escuchado nada, porque al poco tiempo, el juego arrancó.
Mi instinto ante la velocidad siempre fue cerrar los ojos y agarrarme bien fuerte. Y así lo hice, me aferré muy fuerte, al punto de que mis manos dolían. Sentía aún el brazo de mi acompañante, que me pegaba al asiento. Mis piernas querían escapar del carro en las vueltas de la montaña rusa, y por más que mis esfuerzos fueron intensos, no logré evitar que se tambalearan bastante, aunque por suerte, se mantuvieron  dentro del carro. La velocidad comenzó a disminuir y el carro avanzaba elevándose hasta luego detenerse
-AGÁRRATE DEL RESPALDO AHORA, O CUANDO EL CARRO GIRE EN REVERSA, SE VA A CAER. YO LA TENGO NO SE PREOCUPE.- Dijo mi acompañante. Intenté hacer como el dijo y ahora la gravedad estaba a mi favor puesto que el carro miraba hacia arriba. Logré ajustar mi posición para evitar mi caída el instante previo a que el juego se reactivara, pero esta ves en reversa. Mi cuerpo se golpeó una y otra ves contra el asiento y mis piernas intentaban escapar. Finalmente el juego terminó y yo escapé del carro de un salto.Lloraba y temblaba tirada en el piso al lado del carro. Las empleadas y los pasajeros se acercaron corriendo y el que era mi acompañante me abrazó fuertemente. Yo seguía llorando a gritos. Me llevaron a la enfermería del parque y ahí me intentaron calmar.
Ya no sólo le temo a la velocidad, sino que también a las alturas.

martes, 29 de marzo de 2011

Extasis y delirio

"No sabemos porqué, pero estamos más felices que nunca desde que empezó nuestra travesía. Nuestros problemas se solucionaron y estamos todos en un estado de éxtasis que es incomprensible. La comida ya no falta y estamos acostumbrándonos de a poco al frío. Estoy seguro de que este estado se debe a que estamos cerca de que nos encuentren y seamos rescatados.
Darío y yo estamos en el refugio, él lee un manual de ingeniería aplicada que vamos a usar de leña esta noche. Darío no cree que quedarse dormido en estas condiciones sea prudente y piensa matar el tiempo leyendo los libros que van a ser quemados. Yo en cambio escribo las últimas páginas de este diario de viaje. En los 20 días que llevamos atrapados en la nieve no paré de escribir, tengo suficiente como para una novela.
Martín y Fabio están construyendo el túnel que conectaría el refugio con el exterior. Están diciendo que para mañana ya podríamos salir de este lugar. Si es que no vuelve a pasar lo de ayer"

Esto fue lo último que escribió el hombre encontrado ayer muerto de hipotermia, sólo en el medio de la montaña.

lunes, 28 de marzo de 2011

Usted escucha, yo lo critico

No se quién es usted. No me interesa tampoco.
Tiene suerte de estar vivo, ¿Lo sabe? Nunca he visto un accidente semejante. Claro, tampoco he visto a un idiota semejante. Las cosas que hace la gente hoy en día para sentir alguna emoción. Yo digo ¿para qué?
Si ya se que fue algo redundante esa pregunta, pero es que me parecen estúpidas las razones por las cuales la gente hace semejantes idioteces.
No se lo tome a mal. No lo critico a usted, critico a la sociedad actual en general. Claro, no todos son unos dementes, pero que los hay, los hay. Imagínese que estas cosas no pasaran, usted no estaría en esta situación, encerrado en un hospital por un mes… ¡un mes! Que desperdicio de tiempo, y todo por una idiotez.  En un mes podrías haber estado trabajando duro para al mes siguiente poder viajar, suponiendo que eso es lo que quiere hacer. Yo no se que querrá usted, porque yo no lo conozco, ni quiero conocerlo. Pero ahora hasta que salga del hospital es un mes, y hasta que le den el apto médico, ¿sabe hasta cuando podría estar esperando? Yo si fuese su jefe lo despido, por idiota nomas.
A mi no me manda nadie a decirle todo esto, pero bueno, escuché mientras esperaba a visitar a un familiar que en este salón estaba usted hace una semana sin recibir ni una visita y decidí pasar. Al parecer no tienen registro de su nombre ni nada, y están llamando gente para que lo identifiquen.  No fue difícil pasar ¿vio? De paso corroboré que no sea conocido mío. Si yo conociera a alguien que hace algo tan idiota y este siguiese vivo, lo mato yo con mis propias manos. Usted no diga que yo dije eso, no es ético.
Pero yo sigo con esa duda, ¿vio? ¿Por qué hiso usted algo tan tonto? Ahora está internado, con diecisiete puntos en la frente y cinco huesos rotos. Una estupidez  ¿entiende ahora?
En fin. Yo no se porqué le doy charla con esto, usted es un enfermo, por eso hace idioteces. Es como la gente que sale en televisión, solo quieren llamar la atención y hacerle creer al resto que son “más fuertes”. Pero a usted se ve que le salió mal, porque no salió en televisión. No señor usted solo lo hiso, sin llamar la atención de nadie. ¿Qué quería probar?
De cualquier forma esta vivo, y eso es lo que le importa a los médicos. Por supuesto a mi no me importa. Es más me molesta que cuando hay gente que tiene accidentes y se muere, sea porque los hospitales están atendiendo a idiotas como usted. Espero que ahora aprenda a no hacer este tipo de cosas. Pero de todas maneras no me importa, porque cuando la gente nace idiota, idiota muere, no hay vuelta de hoja.
No se. Yo soy una persona dura frente a estas cosas. No me gusta toda la gente que dice que no hay que desearle la muerte a nadie, yo sinceramente creo que los boludos que hacen cosas como la que hiciste vos, merecen morir, por pelotudos nomas. No me odie por decirle esto, es así como soy, le guste a quien le guste. Pero volviendo a usted, el médico debe estar por venir a controlarle la dosis de morfina y yo debería salir de esta habitación y decirle a la secretaria que usted no es conocido mío –esa mujer, por cierto, no sabe hacer su trabajo, se olvidó de llamar a la enfermera cuando mi familiar lo requirió-.
Bueno, yo creo que debería retirarme. No me quedaba más nada por decir ¿verdad?
Espero que con esto aprenda, así tenemos un idiota menos en el mundo. Y ojala que le encuentren a alguien que lo vigile, así evitan otro accidente como este.
Enserio, piénselo dos veces antes de tirarse de un decimoquinto piso, tiene suerte de estar vivo.

El criticismo es una forma de maltrato. Y lo último que necesita un suicida es que lo critiquen.

La Puerta

aaberme entrometido
-Agradezco que lo haya hecho. Estuve sentada en ese suelo por semanas.
-¿Semanas? ¡Eso es exagerado! Uno no puede estar semanas sin comer ni beber.
-Es cierto, pero yo bebí la salada agua de mis lágrimas y me alimenté de mi miseria. Y ¿Sabe que? Me he convertido en un ser diferente.- El hombre sintió que se había metido con alguna clase de loca, pero aún así, continuó conversando con la joven, no por agrado sino por educación. -¿Qué significa eso? Me refiero a lo de convertirte en un ser diferente.- dijo él, esperando que la respuesta sea al menos un poco racional.
-Lo que quiero decir es que aprendí a ver las cosas de forma diferente. Siempre pareciera que hay algo porqué luchar, y estamos luchando en contra de nosotros mismos- contestó ella mirando el cielo, mientras algunas gotas de lluvia le caían en el rostro. El no comprendió muy bien la afirmación de la muchacha, pero juzgando su llanto previo y la mirada perdida que la joven tenía mientras hablaba, llegó a la conclusión de que ella se encontraba en un estado de depresión.
El decidió que debía hacerle ver que estaba equivocada, y demostrarle que siempre había algo por qué luchar. Pero cuando el mostró su punto de vista, la joven lo miró a los ojos con una gran sonrisa y le dijo –Es muy amable su gesto. Supongo que usted piensa que estoy deprimida y por eso digo cosas sin sentido y, en su opinión, tristes. Pero, se equivoca. El ser humano actual no tiene en claro lo que es vivir. Todos gritan por paz, libertad, pero no entienden, que lo que obtendrán luego de eso será miseria.- el hombre intentó discutir, pero ella siguió hablando perdidamente- Si todo el mundo está en paz, nadie lo está. Si uno es totalmente libre, terminará siendo preso de uno mismo.-
El hombre quedó perplejo. Esa joven delante de el  era pura filosofía. Pero no eran sus ideas existenciales las que le importaban a el. – ¿Por qué llorabas?- dijo sin vacilación y con un interés verdadero. Ella lo miro fijo a los ojos con una expresión que el no pudo comprender. –Perdón, no es de mi incumbencia.- el hombre dirigió su mirada hacia el cielo, pero podía notar que ella aún lo miraba. De repente la chica habló con un tono de voz muy distinto, más vivo, más real y mucho menos perdido -¿Por qué se acercó?-
-Tengo que pasar por este edificio para ir a mi casa.-
-Pero ¿Por qué paro frente a la puerta? ¿Por qué vio a través del vidrio y llamó mi atención cuando me vio?- preguntó desesperadamente la joven, mientras el la miraba sorprendido. –No se, tenia que protegerme de la lluvia, no traigo paraguas y la vi ahí sentada  con los cachetes húmedos. Lo lamento si le molestó que me meta, pero creí que necesitaba ayuda.- contestó el hombre tratando de evitar que la joven se molestara. Pero a sorpresa del hombre, ella sonrió y dijo “Gracias”
-No hay por que agradecerme. Creo que ya es hora de que continúe mi camino.-
-Bueno, adelante, no quiero retenerlo mucho más. Le deseo mucha suerte.
-Gracias… Por todo. -
-¿Que todo?- dijo perpleja la joven.
- La verdad no lo se… simplemente gracias…- El hombre estaba deslumbrado. Acababa de caer en la cuenta de lo que acababa de ocurrir. Ese fue un encuentro con un ser extraordinario, algo que no sucede muy a menudo, y no a muchas personas. Al alejarse, los recuerdos de la pequeña charla se volvieron borrosos. Ya no se acordaba de todos los tópicos ni las preguntas que surgieron en su mente pero que prefirió no formular. Lo que si recordaba, era el rosto lloroso de la joven que llamó tanto su atención.

-Perdón señor. Lo lamento.- dijo el hombre muy distraído cuando tropezó con un pobre señor que pedía limosna. Había algo diferente en su comportamiento habitual.  Ya no era el mismo, desde hacía tres días que se podía notar la diferencia, un cambio brusco y repentino.  La gente opinaba que su esposa lo había dejado, que estaba estresado y que se había metido en el negocio de las drogas. Nadie sabía nada de nada. El hombre nunca tubo esposa, al fin y al cabo, el no creía en el amor. Tampoco la teoría del estrés era válida, porque siempre tuvo tiempo para su trabajo y para si mismo, y la hipótesis del negocio de las drogas era absurda, ya que el no sabía ni como lucían, incluso las más comunes. El quería volver a tener un encuentro con esa muchacha, como para asegurarse que no fue todo un mal sueño.
Se aseguraba de pasar tres o cuatro veces por día por la puerta de ese edificio, con la escusa de que estaba de camino entre su departamento y su trabajo, que se había olvidado algo, o que había escuchado un estruendo que nadie más además de el podía escuchar. Pero no lograba divisarla en ninguna oportunidad, y a pesar de que el no se daba por vencido, sus memorias sobre aquel encuentro comenzaron a borrarse con el correr de los meses. Ya no estaba seguro si esa era la casa correcta, pero continuó con la esperanza de verla una vez más.
Cualquier persona que llegara a conocer su situación creería, o bien, que estaba muy enamorado, como dirían las almas románticas que creen en el amor verdadero, o bien, que estaba con una absurda obsesión por una muchacha que simplemente opinaba distinto que el resto. Pero nunca nadie supo de este asunto.
Pasados seis meses, casi todas las esperanzas de verla se habían esfumado para el hombre.  Abandonó su rutina de pasar hasta ocho veces por delante de esa puerta y, en cambio, pasaba solo cuando su trabajo lo demandaba, y se detenía a mirar fijamente hacia la puerta solamente unos segundos.
Un día, el hombre se vio obligado a trabajar hasta tarde; ya era de noche cuando comenzó su camino a casa.  En el camino, vio una figura salir del edificio de la chica. La persona estaba vestida con un sobretodo oscuro de forma que apenas se la podía divisar. El hombre, sin pensarlo dos veces, corrió a su alcance.
_ESPERE! POR FAVOR!- gritó con todas sus fuerzas. El hombre estaba fuera de si, y parecía haber perdido todo juicio.
La figura oscura se dio la vuelta. – ¿Me habla a mí?- contestó la muchacha con la que el hombre estaba tan fascinado.
-Si- contestó feliz de que haya sido ella. Verla ahí parada, esperando a que el emita alguna pregunta, era como estar en contacto con un extraterrestre, una criatura mágica que se escondía y se mezclaba entre la gente. Ella sin embargo lo miraba como a un extraño. – ¿Qué sucede señor?
Extrañado por su pregunta, pero aún así maravillado por haberla encontrado, el hombre contestó. –Apenas me conoces, soy un hombre con el cual charló hace seis meses, durante quince minutos. No tuve tiempo de presentarme, y tampoco lo has hecho tú. Sin embargo, has cambiado mi vida, me has mostrado una versión de este mundo que nunca me animé a ver. El nuestro ha sido un encuentro casual, pero fue un momento mágico para mí. Por favor no me malinterpretes, no pienses que estoy enamorado ni mucho menos, ya que yo no creo en esas cosas. Pero aún así…- El hombre se quedó sin palabras. Lo único que podía hacer era mirarla fijo, como si fuese alguna especie de ilusión, algún tipo de espejismo.
La joven lo miró sorprendida y algo asustada, ella no tenía idea de que le hablaba aquél hombre, pero sin embargo, vio la sinceridad y la admiración en sus ojos. –Lo lamento, pero no recuerdo ese encuentro. No es por ser insensible, seguramente fue un recuerdo que se fue borrando con el tiempo. Después de todo, seis meses en este mundo, es mucho tiempo.-
Al hombre no le importó, el hecho de que la había vuelto a ver era todo lo que importaba. –No hay problema. De hecho, me imaginaba que algo así iba a pasar.
La joven le sonrió. Él se dio la vuelta y se fue.