miércoles, 20 de julio de 2011

Importante

La criatura se abalanzó ante mí.  Me le acerqué. Lentamente, levanté mi mano derecha para acariciar su piel escamosa. Bajó la cabeza y cerró los ojos, al mismo tiempo que expulsaba humo por la nariz. Me le acerqué aún más y lo abracé, como pude. Ante el tacto, la criatura se desprendió de mí y se desplomó en el suelo, emitiendo un leve quejido. Lo miré fijamente; quería hacer algo, lo que sea, para evitar que sufra.  Comencé a buscar en su cuerpo alguna herida, algún rasguño, alguna espina, que le esté causando tanto dolor. El dragón abrió los ojos y me vio con agonía, mientras yo buscaba como sanarlo.
Al revisar debajo de su ala izquierda, lo vi. Una herida muy abierta y cubierta de sangre, cerca de donde debiese estar su corazón.  Rocé la herida con la yema de los dedos. El reaccionó con un quejido intenso e intentó apartarse del tacto.
-Shhhh. Todo está bien. Voy a evitar que sigas sufriendo.- Le susurré. Tenía que hacer algo, no podía verlo en ese estado. Palpé mi bolsillo. ‘Esta es la única solución’, pensé.
Lo miré a los ojos y él me devolvió la mirada. Puse mi mano en su rostro y replicó acercándose a mí, sin quitarme la mirada adolorida que tenía sobre mí. Con mi mano libre saqué mi navaja de mi bolsillo y la giré en mi mano.
-Te prometo que todo va a terminar muy pronto. Voy a sacarte de la miseria.- le dije. No quería hacerlo, pero tenía que. Acerqué mi cuchillo a la herida. Continué mirándolo fijamente en los ojos.  Expulsó humo por la nariz. Suspiré. Mi cuerpo temblaba de arriba abajo, y el dragón emitió un sonido que yo interpreté como un incentivo a que hiciera lo que tenía que hacer.
-Lo lamento mucho. En serio. Siempre vas a ser mi mejor amigo.-
Cerró los ojos. Una lágrima salió de uno de ellos. Fue entonces que atravesé su corazón con mi navaja.

miércoles, 13 de julio de 2011

Persecución

-Sí. Nos vemos mañana.- Dijo Julia. Julia era una fiscal de treinta y cinco años, con experiencia, firme y muy eficiente. Siempre los casos en los que le tocaba trabajar eran sobre violaciones a menores, ese era su campo de experiencia. Su último caso, constaba de una adolescente de trece años y un hombre de cuarenta y siete años. Según el testimonio de la menor, el hombre, quien era su profesor de historia, la interceptó mientras ella iba a comprar pan y la arrastró hasta un departamento, donde la violó. Julia logró que al hombre se lo condene por quince años. Luego de este caso le aguardaba una semana tranquila de relajación.
Llegó a su casa, se lavó las manos, fue a la cocina y se puso a cocinar, papas al horno con salsa de champignion y crema blanca, todo casero. Ella vivía sola en un mono-ambiente, en el centro de la ciudad. Mientras que esperaba a que se cocinara su cena ajustó el termostato en exactamente 24° y acomodó los cuadros que tenía. Preparó la mesa para comer, comió, limpió la cocina, la mesa, barrió el piso y se lavó los dientes y las manos.Se duchó, se vistió con ropa para dormir y después se acostó en su cama que estaba perfectamente paralela a la ventana.
A eso de las tres de la mañana se despertó por el ruido de un trueno. Había comenzado a llover. Miró hacia afuera, contemplando la lluvia. Se levantó y fue lavarse las manos y los dientes. Cuando volvió, un rayo iluminó el cielo y del lado de afuera de la ventana pudo ver un hombre que la miraba con una expresión digna de un asesino a punto de atacar. Julia se sobresaltó y se alejó de la ventana, pero con un segundo rayo, confirmó que el hombre que había visto antes no se encontraba allí. Se preguntó si el cansancio tenía algo que ver con su confusión ya que no estaba acostumbrada a imaginar cosas. Se sirvió un vaso de agua mineral, se lavó las manos y miró la hora. Eran las 3:47 am. Nuevamente se fue a lavar los dientes y se fue a dormir.
Al día siguiente cuando caminaba a su oficina, se cruzó a la defensora del acusado en su más reciente caso. Julia aminoró el paso y miró para abajo. Pero sus intentos para que ella no la vea fueron inútiles. Su contraria se dirigió hacia ella con mucha furia y dijo -Espero que estés feliz, acabas de condenar a un hombre inocente a estar quince años sin su familia.- Le dio un leve empujón y siguió su camino. Julia decidió ignorarla, no creía que ese hombre sea inocente. Es más, le hizo un favor a la familia de este hombre al sacarlo de ese entorno. Ella nunca aceptó un caso sin saber quien era culpable y quien víctima. Puso ese encuentro en el pasado y siguió su camino. Un rato después, cuando Julia llegó al edificio en el cual trabajaba, al subirse ascensor, notó que un hombre entraba al edificio, muy desesperadamente, buscando algo, o a alguien. Entonces Julia vio quien era, era el mismo que ella había visto en su ventana la noche anterior, el mismo que había sido sentenciado a quince años de condena por violación a una menor, condena que ella había facilitado.
Las puertas del ascensor se cerraron y éste comenzó a subir. Al llegar a su piso se dirigió directo a su oficina y cerró la  puerta. Se limpió las manos con toallas húmedas y se sentó frente a la computadora. Ordeno los papeles pendientes por  fecha y alfabéticamente, prendió su computadora y comenzó a revisar sus mails. Poco tiempo después, Julia escuchó que alguien quería entrar en su oficina. Su corazón comenzó a acelerarse. Se alejó unos centímetros del escritorio en su silla de oficina, abrió el cajón inferior, y mantuvo en su mano un spray pimienta que tenía por si alguien venía a robarle.
-Julia, acabo de recibir los expedientes del último caso.- Dijo una mujer regordeta que estaba parada en la puerta.
-Ay, Morena casi me matas del susto.-replicó Julia. Morena era la asistente de Julia. Julia le dijo que deje los expedientes en el escritorio. Así lo hizo y se fué. Julia se puso a revisarlos haciendo caso omiso a su reacción anterior. Se limpió las manos con toallas higiénicas y se puso a trabajar, intentando evitar pensar en aquel hombre que vio al llegar al edificio.
Eran cerca de las cinco de la tarde cuando Julia salió del edificio en el cual ella trabajaba. Al salir notó que alguien salió atrás de ella. Tenía miedo de fijarse quien era, pero su intriga fue más fuerte que ella. Se dio vuelta y se arrepintió de haberlo hecho, el hombre que ahora la estaba siguiendo era el mismo que ella temía.
Un par de cuadras más adelante, Julia comenzó a bajar la velocidad de sus pasos permitiendo que el hombre se acercara. Cuando sintió que estaba lo suficientemente cerca, se dio vuelta para enfrentarlo, pero el hombre no se encontraba ahí. Atontada, se volteo para seguir su camino y vio que el hombre estaba esperándola en la siguiente esquina. Julia estaba aterrada, tanto que cambió la dirección de su trayecto y buscó una forma alternativa de llegar a su casa. Al poco tiempo, ella notó que el se encontraba justo detrás de ella. Julia aceleró su paso, el hizo lo mismo. Julia cambió de dirección tres veces, sin lograr que el hombre se despegue de ella.
Se hizo de noche y ella ya estaba corriendo, escapando. Al llegar a su casa, se lavó la cara las manos, aún estando con la respiración agitada. Comenzó a llorar, estaba aterrada. Se sentó en el borde de su cama y miró hacia la cocina. Se dirigió a tomar un vaso de agua mineral para poder recuperarse de aquella huida. Bebió el agua de un trago y salió de la cocina
-AHHHH!- Gritó ella , todos sus cuadros habían sido reemplazados por fotos del hombre que la había estado acosando el día entero. Esas fotos la miraban con un gesto asesino. En su desesperación, tiró todos los cuadros por el balcón.
-Que pena, eran tan lindos cuadros.- Dijo una voz masculina detrás de ella. Julia, desesperada, lo miró fijo. El hombre la atacó con un cuchillo en la mano. Julia ahogó un grito, y forcejeó con el hombre para salvar su vida. Con un movimiento rápido, Julia le cortó la garganta. El hombre gritó y un segundo antes de morir le dijo entre gritos. -YO---SOY---I---NOC---ENTEE!!!---
La sangre brotaba del cuerpo sin vida que yacía frente a ella. Julia arrojó el cuerpo a la calle y limpió toda su casa, desesperada. Había demasiada sangre. De tanto en tanto lavaba su cara y manos. Finalmente se fue a dormir, sin cenar.
Al día siguiente al despertarse, notó que todos sus cuadros estaban perfectamente colocados en su departamento, como si nunca los hubiese tirado por la ventana. Al lavarse las manos notó que estas sangraban con el contacto con el agua.