domingo, 17 de abril de 2011

Montaña Rusa Roja

Hacía ya cuatro años que le tenía miedo a la velocidad, al punto tal de querer ir caminado a todos lados, en lugar de usar algún medio de transporte. Mi psico-conductista me aconsejó que me suba a una montaña rusa. La verdad es que no me acordaba lo mucho que me habían gustado esos juegos. Decidí hacerle caso y visité el Parque de la Costa. Fui sola porque no quería hacer el ridículo en frente de mis amigos o conocidos. 
Cuando llegué, lo primero que hice fue ver las majestuosas montañas rusas verde y roja. Me entró vértigo de solo pensarlo. Empecé a enfrentar mi miedo con juegos mucho más tranquilos. Me subí a las Sillas Voladoras, luego al Pulpo, los Autitos Chocadores, las Tacitas (aún así con muchísimo miedo) y así hasta que finalmente me animé a subirme a la Montaña Rusa Roja.
Me dirigí hacia el juego. No había mucha cola y mi turno de entrar al aterrador juego se acercaba. Las personas hablaban a mi alrededor pero yo solo escuchaba mis pulsaciones, se elevaban con cada paso que daba. Estaba aterrada porque sabía que este iba a ser el juego más veloz hasta el momento. Finalmente ingresé a la plataforma. Ahí en frente se encontraba un carro rojo. Me ubiqué en el centro, ya que los asientos delanteros y traseros son los que más impacto reciben. Me aferré al seguro del aparato y cuando la empleada pasó a asegurar mi asiento, el seguro estaba inamovible y perfectamente asegurado, mientras yo lo mantenía agarrado.
El aparato entró en marcha y el carro comenzó a retroceder y a elevarse. Tenía pánico, me temblaban las manos y me sudaba todo el cuerpo. Ahora si, ya no había vuelta atrás. Cuando el carro llegó a su altura máxima y todos los pasajeros comenzaron a gritar de emoción, el viento me arrojó los pelos a la cara. Solté mis manos para desbloquear mi vista y en ese instante, el seguro se soltó, dejándome vulnerable frente a la gravedad.
-¡¡¡AYUDA!!!! SE SOLTÓ EL SEGURO. POR FAVOR, ¡¡¡¡BÁJENME!!!!- Grité mientras me aferraba con ambas manos al asiento, para no caerme de semejante altura. La gente gritaba decían que paren el juego.  Mi acompañante estiró su mano para sostenerme y ayudar a que no caiga. -¡¿NO ESCUCHAN LAS EMPLEADAS?! ¡¡¡¡BÁJENME!!!! AYUDA POR FAVOR.- Pero las empleadas, al parecer, no habían visto, ni escuchado nada, porque al poco tiempo, el juego arrancó.
Mi instinto ante la velocidad siempre fue cerrar los ojos y agarrarme bien fuerte. Y así lo hice, me aferré muy fuerte, al punto de que mis manos dolían. Sentía aún el brazo de mi acompañante, que me pegaba al asiento. Mis piernas querían escapar del carro en las vueltas de la montaña rusa, y por más que mis esfuerzos fueron intensos, no logré evitar que se tambalearan bastante, aunque por suerte, se mantuvieron  dentro del carro. La velocidad comenzó a disminuir y el carro avanzaba elevándose hasta luego detenerse
-AGÁRRATE DEL RESPALDO AHORA, O CUANDO EL CARRO GIRE EN REVERSA, SE VA A CAER. YO LA TENGO NO SE PREOCUPE.- Dijo mi acompañante. Intenté hacer como el dijo y ahora la gravedad estaba a mi favor puesto que el carro miraba hacia arriba. Logré ajustar mi posición para evitar mi caída el instante previo a que el juego se reactivara, pero esta ves en reversa. Mi cuerpo se golpeó una y otra ves contra el asiento y mis piernas intentaban escapar. Finalmente el juego terminó y yo escapé del carro de un salto.Lloraba y temblaba tirada en el piso al lado del carro. Las empleadas y los pasajeros se acercaron corriendo y el que era mi acompañante me abrazó fuertemente. Yo seguía llorando a gritos. Me llevaron a la enfermería del parque y ahí me intentaron calmar.
Ya no sólo le temo a la velocidad, sino que también a las alturas.

1 comentario :

  1. nooooooooooooooo, que horror! viste que cuándo más miedo le tenes a las cosas algo malo te pasa, me paso con mi fobia hacia lo caballos quise enfrentarla y el caballo me tiro y le tengo más miedo todavía, ay es horrible pero ahí que intentarlo de vuelta!

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