martes, 29 de marzo de 2016

El escondrijo

Este es el escondrijo, un lugar dónde vivimos pequeñas criaturas que fuimos apareciendo hace muchos años, hace muchas palabras atrás. El escondrijo es la ciudad gigante, la inmensa y densa selva de paredes de concreto, en donde sus habitantes viven jugando a esconderse de los muros que levantaron lo que antes se llamaban hombres. No se muy bien que eran los hombres, pero se cree que eran gigantes criaturas que eran capaces de entrar en esos enormes bloques que ocupan todo el escondrijo. Yo no lo entiendo, si eran tan gigantes, ¿porqué las entradas son tan chicas? Si eran tan gigantes, ¿por qué querrían encerrarse en cajas de concreto? Quizás no eran gigantes y usaban estas cosas para verse más altos, quizás se encerraban para que no los encuentren, quizás por eso este lugar se llama escondrijo.
Mi mamá me contó que los hombres eran tan temibles que habían creado polvos para embellecerse y no asustarse entre ellos. También me dijo que algunos hombres odiaban ser temibles y por lo tanto se negaban a hacer cosas temibles, entonces inventaron un montón de actividades que sólo le interesaban a ellos, mientras que dejaban las tareas más temibles a otros. ¡Hasta en el mero hecho de ser hombres eran injustos!
Los hombres se llamaban a sí mismos no por su cualidad de hombre, sino por la actividad que hacían, entonces en lugar de hombres temibles, había cocineros, esos hombres que se encargaban de alimentar a los temibles más temibles; había constructores, los que hacían los gigantes bloques de los que hablé antes; había pintores, que pintaban las caras de los que no querían ser temibles, y había científicos. Supuestamente los científicos eran los hombres que miraban al mundo. ¿Pero acaso los otros hombres no veían? ¿Acaso los cocineros cocinaban con los ojos cerrados y los pintores embellecían con los ojos vendados? ¿No necesitaban los constructores la capacidad de ver que tan grandes eran sus bloques? ¿Será que los científicos no dejaban que los otros hombres abrieran sus ojos, o será que los otros hombres miraban sin mirar y los científicos miraban con ojos distintos? Ésto en el escondrijo no sucede, todas las criaturas miramos por igual, nos sorprendemos por igual y tememos por igual.
Se dice que los hombres, cuando se encontraban unos con otros, no se hablaban ni se tocaban, se alejaban los unos de los otros y sólo se chocaban cuando caminaban en direcciones opuestas. También se dice que cuando dos hombres se agradaban, caminaban en la misma dirección, sin hablarse, sin tocarse, ni chocarse. Pero lo que yo no entiendo es cómo podrían agradarse sin hablarse o sin tocarse, o sabiendo que todos son temibles. Quizás los hombres hablaban sin hablarse, tocaban sin tocarse y no chocaban porque sabían lo temible que era el otro. Quizás al ser todos temibles, ninguno temía del otro o temían tanto que por eso no hablaban.
Pero lo que más me sorprende de los hombres es lo que se dice de aquellos que se agradaban tanto que dejaban de ser cocineros, constructores, pintores o científicos, y pasaban sus vidas caminando tan pegados que bloqueaban las calles para los otros hombres gigantes. Me han contado que éstos dejaban de ser temibles y que podían hablar hablándose, tocarse realmente y acercarse sin miedo a chocarse. Había un momento en el que los hombres no temibles, temían del resto de los hombres y los hombres temibles temían de los no temibles, y entonces, los no temibles, no tenían más remedio que despegarse del suelo bien pegados, y salir hacia el cielo. Los hombres llamaban a esta acción, amor.
Y esa es otra cosa que no entiendo. Nosotros, las criaturas del escondrijo que podemos hablarnos, tocarnos y agradarnos, no sabemos qué es el cielo. Sabemos que el cielo es lo que está allá arriba, mucho más alto que los bloques de cemento, pero lo que no sabemos es de qué está hecho. ¿Será que esas cosas grises que vemos desde abajo son las puertas que le permitían a los hombres levantarse en amor? ¿Serán más paredes de concreto? Cuándo los hombres salían volando, ¿atravesaban esas cosas grises hacia un lugar dónde los hombres ya no eran temibles, o se chocaban con el concreto para luego caer y volver a ser hombres temibles? ¿Será que no todos los hombres podían atravesar las cosas grises?
Quizás eso era lo único que tenían de bueno los hombres, que por más de ser temibles, podían amar flotando hasta el cielo sin temerle a las cosas grises. Quizás incluso los hombres no tenían nada de temibles, sino que temían a todo lo demás incluyendo a otros hombres. Quizás las criaturas del escondrijo tememos a lo único que no debemos temerle, y por más que hablemos hablando, nos toquemos realmente o nos acerquemos sin miedo a chocarnos, nuestro temor a las cosas grises que cubren el cielo, no nos permite caminar pegados, despegarnos del suelo, y amarnos para salir volando.