viernes, 20 de mayo de 2011

Desde afuera mirando hacia adentro

Ella corría abajo de la lluvia. Corría desde hace tanto tiempo, que ya no se acordaba desde cuando. Lo único que buscaba era un refugio, un lugar en el cual ella pueda escapar de esa horrible lluvia. Pasó por cinco casas y todas le negaron el paso. Al sexto intento, se encontró con un numero grande de personas que ingresaban en un lugar. Todo quisieron entrar y a todos se les permitió. Todos los presentes, recién ingresados en ese lugar, fueron muy cálidos los unos con los otros.
Un rato más tarde se dieron cuenta que no todos entraban (o esa era la excusa que ponían algunos para echar a otros) y se empezaron a empujar los unos a los otros. Los más gentiles se apartaban y los vulnerables eran apartados. Ella era ambas, pero al mismo tiempo quería poder quedarse. Poco a poco, las personas se iban sujetando, para poder entrar todas en ese pequeño lugar.
Pero nadie tomó su mano. Y por más que intentó agarrar ella la mano de alguien, estaban todas ocupadas. Debido al reducido espacio, ella se vio obligada a abandonar el lugar, aunque eso significara mojarse en la lluvia. 
Finalmente aceptó que no había espacio para ella ahí y decidió salir. Al salir, la lluvia la empapó y negándose a caminar sola debajo de la lluvia, se acercó a una de las ventanas del lugar y se quedó ahí, mirando de afuera hacia adentro.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Vagón del subte

9:53 pm.
'Tengo que llegar. Por favor, que el subte llegue.' Pensaba Isabela Torres. Golpeaba su pie impacientemente contra el piso. Sus brazos estaban cruzados y su cabeza giraba de un lado para el otro, mirando en varias direcciones. El subte se acercó, las puertas se abrieron y ella entró. Había tres asientos libres en frente de ella. Se sentó en el segundo contando de derecha a izquierda, entremedio de un caño de metal y un hombre que Isabela pensó que tenía unos cuarenta y cinco años.
El vehículo hizo sonar la alarma que anticipa que las puertas se cierren. Dos segundos después, las puertas se estaban cerrando. El subte avanzó dentro de un túnel negro y oscuro, en el cual, solo iluminado cada un par de metros por tubos incandescentes. Faltaban 5 estaciones para que Isabela tenga que bajarse en la estación correspondiente. Su pié izquierdo marcaba un ritmo incesante contra el piso del vagón. Sus dedos se agitaban en su regazo y su cabeza y sus ojos cambiaban de dirección continuamente.

10:12 pm
El subte se detuvo con una sacudida intensa. Las luces del vagón titilaron y luego se apagaron. Un calor recorrió todo el cuerpo de la joven. 'Ya es hora.' Pensó. Se levantó de su asiento, siguiendo muy bien su papel.
-¿Qué habrá pasado?- preguntó. Un hombre de la fila de en frente le contestó. -Debe ser un desperfecto de la máquina. El asistente del conductor nos va a informar seguramente.
En ese momento un joven atravesó una puerta que conectaba dos vagones. Al verlo, la Isabela sonrió en señal de bienvenida, lo que fue notado por el hombre que se había sentado con la joven, quien entonces se paró y exclamó.
-¡Los quiero a todos en el suelo! Tengo una bomba en mi camisa. ¡LOS QUIERO A TODOS IMPLORANDO POR SUS VIDAS!- Una ola de terror invadió el vagón. Todos se tiraron al piso como el había dicho. Isabela lloraba, lo que llamó la atención del terrorista. -Vos, busca al conductor. Si no está en tres minutos en frente mio haciendo lo que yo le digo, hago explotar la bomba ¡¿ME ESCUCHASTE?!-
-Si.- Contestó con un sollozo ahogado en su garganta. Antes de que ella pudiera avanzar, el terrorista continúa hablando.- Vos. El que entró por la puerta lateral ¡Con ella!- y los dos salieron corriendo hacia el vagón del conductor.
Pero cuando estaban en el último vagón, que se encontraba vacío, treparon hasta el techo del vehículo y salieron por la salida de emergencia, de ahí siguieron corriendo hasta que estuvieron lo suficientemente lejos del subte.

10:17 pm.
Sé escuchó una explosión y al darse vuelta, efectivamente comprobaron la destrucción total del móvil. Se detuvieron y se sonrieron el uno al otro.
Misión Cumplida.

domingo, 1 de mayo de 2011

Indiscreto

-Así que estos son los cambios. ¿Les parece bien?

-¿Qué? ¿Desde cuando? ¿Porqué la mitad de ellos lo saben desde antes? ¿Porqué soy la única en esta posición?- Me recliné en el asiento y miré fijamente mis manos, eran unas extrañas, porque por mas que fuesen mías, yo no podía hacer nada con ellas en esta situación. - ¡Que ilusa! ¿Como pude siquiera pensar que esta ves sería diferente? Siempre fui sumisa en cualquier situación y esta no iba a ser la excepción. Sabía de un cambio, pero tenía un panorama completamente diferente armado en mi cabeza. No me lo armé yo, ojo. Me engañaron, me hicieron creer que los cambios no iban a afectarme tanto. Me mintieron directamente en la cara. Seguramente aquellos que se hicieron llamar mis amigos, no podían esperar a deshacerse de mi, y si iban a hacerlo, era mejor hacerlo si me apuñalaban por la espalda. No no puede ser eso. -Suprimí una lágrima y mi garganta comenzó a doler, como si tuviese un nudo tensándose en el interior- No es ese el motivo y lo se. Pero me es imposible no pensar esa posibilidad, sobretodo siendo yo la persona mas insegura de todas. ¿Pero porqué no me avisaron? ¿Porqué siempre tengo que estar fuera de todo?- Tenía la mirada de varios clavada en mi. Mi rostro era tan indiscreto a la hora de mostrar descontento y tristeza que todos voltearon a ver. Alguien se aminó a acariciarme la cabeza, sin decir palabra alguna, mientras que una de las personas presentes se acercó.

-¿Estas bien?-

-Si, se me rompió un uña- Esa fue la contestación  más patética que a alguien se le puede ocurrir.- No preguntes, ni te molestes, no te voy a decir. Vos eras una de las personas que sabían, y no me dijiste. No estoy de acuerdo con ese sistema. No estoy haciendo ningún esfuerzo por ocultar mi desdén hacia el cambio, así que no ignores mi indiscreción y dejame tranquila. Obviamente, fui, soy y seguiré siendo solo un peso más en la espalda.