lunes, 27 de febrero de 2012

Cuchara de metal

Estaba desesperada por salir. Me habían avisado que mi hermana estaba en el hospital, se le cerró un pulmón. Agarré mi celular, la plata para viajar y salí del departamento. Pero cuando llegué al palier me di cuenta que dejé mis llaves adentro, y no estaba la portera. No podía salir del edificio.
Subí nuevamente, aún sabiendo que no iba a poder abrir la puerta; tenía una cerradura nueva, reforzada, producto de la paranoia de mi papá. Miré hacia la puerta y luego intenté empujarla, en vano, claro está. Desesperada cerré mis ojos y empujé nuevamente, con toda la fuerza que me fue posible aplicar, como si eso fuese a ayudar en algo. Luego de unos tres intentos cesé. Miré mi reloj, la portera llegaría dentro de cuatro horas. Miré hacia la puerta, pensé en mi hermana.
Agarré el picaporte suavemente y sentí como la puerta se abría, desde afuera, yo la estaba abriendo. Sin pensarlo entré a buscar las llaves. Cuando me dí vuelta para salir, vi que había un hombre joven bloqueando la salida.
-Sabía que tu poder iba a llegar- dijo, y me sonrió.