lunes, 14 de noviembre de 2011

Huracán

Tanta ira, tanta ira.
Sentí un calor en mi cuello, sentí como mis cejas se juntaban. Una onda de furia se revolvía en mi pecho, mientras mis hombros se ensanchaban, pensamientos impropios invadían mi cabeza y un silbido insoportable abrumaba mis oídos.
El calor de mi cuello bajó a todo mi cuerpo, me vibraba la cabeza, punzaba, dolía. Mi respiración aumentaba conforme la onda iracunda subía por mi garganta. El silbido era cada vez mas fuerte, cada vez más agudo, cada vez más penetrante, más mío, porque sonaba solo en mi cabeza. Ése mismo silbido se mezcló con la ferviente onda que salió en forma de grito por entre mis dientes, por entre mis labios, vaciando mis pulmones. 
Más energía, más violencia, más efervescencia. El aire que se escapó totalmente de mis pulmones, el vacío se convirtió en viento. Mis pulmones, mis puños en mi pecho, mi grito, mi fuerza, todo llevaba a que pierda el control. Mis pies se elevaron, el viento que salía de mi garganta se arremolinaba y me elevaba. 
Me convertí en viento. Soy un Huracán.