lunes, 28 de marzo de 2011

La Puerta

aaberme entrometido
-Agradezco que lo haya hecho. Estuve sentada en ese suelo por semanas.
-¿Semanas? ¡Eso es exagerado! Uno no puede estar semanas sin comer ni beber.
-Es cierto, pero yo bebí la salada agua de mis lágrimas y me alimenté de mi miseria. Y ¿Sabe que? Me he convertido en un ser diferente.- El hombre sintió que se había metido con alguna clase de loca, pero aún así, continuó conversando con la joven, no por agrado sino por educación. -¿Qué significa eso? Me refiero a lo de convertirte en un ser diferente.- dijo él, esperando que la respuesta sea al menos un poco racional.
-Lo que quiero decir es que aprendí a ver las cosas de forma diferente. Siempre pareciera que hay algo porqué luchar, y estamos luchando en contra de nosotros mismos- contestó ella mirando el cielo, mientras algunas gotas de lluvia le caían en el rostro. El no comprendió muy bien la afirmación de la muchacha, pero juzgando su llanto previo y la mirada perdida que la joven tenía mientras hablaba, llegó a la conclusión de que ella se encontraba en un estado de depresión.
El decidió que debía hacerle ver que estaba equivocada, y demostrarle que siempre había algo por qué luchar. Pero cuando el mostró su punto de vista, la joven lo miró a los ojos con una gran sonrisa y le dijo –Es muy amable su gesto. Supongo que usted piensa que estoy deprimida y por eso digo cosas sin sentido y, en su opinión, tristes. Pero, se equivoca. El ser humano actual no tiene en claro lo que es vivir. Todos gritan por paz, libertad, pero no entienden, que lo que obtendrán luego de eso será miseria.- el hombre intentó discutir, pero ella siguió hablando perdidamente- Si todo el mundo está en paz, nadie lo está. Si uno es totalmente libre, terminará siendo preso de uno mismo.-
El hombre quedó perplejo. Esa joven delante de el  era pura filosofía. Pero no eran sus ideas existenciales las que le importaban a el. – ¿Por qué llorabas?- dijo sin vacilación y con un interés verdadero. Ella lo miro fijo a los ojos con una expresión que el no pudo comprender. –Perdón, no es de mi incumbencia.- el hombre dirigió su mirada hacia el cielo, pero podía notar que ella aún lo miraba. De repente la chica habló con un tono de voz muy distinto, más vivo, más real y mucho menos perdido -¿Por qué se acercó?-
-Tengo que pasar por este edificio para ir a mi casa.-
-Pero ¿Por qué paro frente a la puerta? ¿Por qué vio a través del vidrio y llamó mi atención cuando me vio?- preguntó desesperadamente la joven, mientras el la miraba sorprendido. –No se, tenia que protegerme de la lluvia, no traigo paraguas y la vi ahí sentada  con los cachetes húmedos. Lo lamento si le molestó que me meta, pero creí que necesitaba ayuda.- contestó el hombre tratando de evitar que la joven se molestara. Pero a sorpresa del hombre, ella sonrió y dijo “Gracias”
-No hay por que agradecerme. Creo que ya es hora de que continúe mi camino.-
-Bueno, adelante, no quiero retenerlo mucho más. Le deseo mucha suerte.
-Gracias… Por todo. -
-¿Que todo?- dijo perpleja la joven.
- La verdad no lo se… simplemente gracias…- El hombre estaba deslumbrado. Acababa de caer en la cuenta de lo que acababa de ocurrir. Ese fue un encuentro con un ser extraordinario, algo que no sucede muy a menudo, y no a muchas personas. Al alejarse, los recuerdos de la pequeña charla se volvieron borrosos. Ya no se acordaba de todos los tópicos ni las preguntas que surgieron en su mente pero que prefirió no formular. Lo que si recordaba, era el rosto lloroso de la joven que llamó tanto su atención.

-Perdón señor. Lo lamento.- dijo el hombre muy distraído cuando tropezó con un pobre señor que pedía limosna. Había algo diferente en su comportamiento habitual.  Ya no era el mismo, desde hacía tres días que se podía notar la diferencia, un cambio brusco y repentino.  La gente opinaba que su esposa lo había dejado, que estaba estresado y que se había metido en el negocio de las drogas. Nadie sabía nada de nada. El hombre nunca tubo esposa, al fin y al cabo, el no creía en el amor. Tampoco la teoría del estrés era válida, porque siempre tuvo tiempo para su trabajo y para si mismo, y la hipótesis del negocio de las drogas era absurda, ya que el no sabía ni como lucían, incluso las más comunes. El quería volver a tener un encuentro con esa muchacha, como para asegurarse que no fue todo un mal sueño.
Se aseguraba de pasar tres o cuatro veces por día por la puerta de ese edificio, con la escusa de que estaba de camino entre su departamento y su trabajo, que se había olvidado algo, o que había escuchado un estruendo que nadie más además de el podía escuchar. Pero no lograba divisarla en ninguna oportunidad, y a pesar de que el no se daba por vencido, sus memorias sobre aquel encuentro comenzaron a borrarse con el correr de los meses. Ya no estaba seguro si esa era la casa correcta, pero continuó con la esperanza de verla una vez más.
Cualquier persona que llegara a conocer su situación creería, o bien, que estaba muy enamorado, como dirían las almas románticas que creen en el amor verdadero, o bien, que estaba con una absurda obsesión por una muchacha que simplemente opinaba distinto que el resto. Pero nunca nadie supo de este asunto.
Pasados seis meses, casi todas las esperanzas de verla se habían esfumado para el hombre.  Abandonó su rutina de pasar hasta ocho veces por delante de esa puerta y, en cambio, pasaba solo cuando su trabajo lo demandaba, y se detenía a mirar fijamente hacia la puerta solamente unos segundos.
Un día, el hombre se vio obligado a trabajar hasta tarde; ya era de noche cuando comenzó su camino a casa.  En el camino, vio una figura salir del edificio de la chica. La persona estaba vestida con un sobretodo oscuro de forma que apenas se la podía divisar. El hombre, sin pensarlo dos veces, corrió a su alcance.
_ESPERE! POR FAVOR!- gritó con todas sus fuerzas. El hombre estaba fuera de si, y parecía haber perdido todo juicio.
La figura oscura se dio la vuelta. – ¿Me habla a mí?- contestó la muchacha con la que el hombre estaba tan fascinado.
-Si- contestó feliz de que haya sido ella. Verla ahí parada, esperando a que el emita alguna pregunta, era como estar en contacto con un extraterrestre, una criatura mágica que se escondía y se mezclaba entre la gente. Ella sin embargo lo miraba como a un extraño. – ¿Qué sucede señor?
Extrañado por su pregunta, pero aún así maravillado por haberla encontrado, el hombre contestó. –Apenas me conoces, soy un hombre con el cual charló hace seis meses, durante quince minutos. No tuve tiempo de presentarme, y tampoco lo has hecho tú. Sin embargo, has cambiado mi vida, me has mostrado una versión de este mundo que nunca me animé a ver. El nuestro ha sido un encuentro casual, pero fue un momento mágico para mí. Por favor no me malinterpretes, no pienses que estoy enamorado ni mucho menos, ya que yo no creo en esas cosas. Pero aún así…- El hombre se quedó sin palabras. Lo único que podía hacer era mirarla fijo, como si fuese alguna especie de ilusión, algún tipo de espejismo.
La joven lo miró sorprendida y algo asustada, ella no tenía idea de que le hablaba aquél hombre, pero sin embargo, vio la sinceridad y la admiración en sus ojos. –Lo lamento, pero no recuerdo ese encuentro. No es por ser insensible, seguramente fue un recuerdo que se fue borrando con el tiempo. Después de todo, seis meses en este mundo, es mucho tiempo.-
Al hombre no le importó, el hecho de que la había vuelto a ver era todo lo que importaba. –No hay problema. De hecho, me imaginaba que algo así iba a pasar.
La joven le sonrió. Él se dio la vuelta y se fue.

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