Un rato más tarde se dieron cuenta que no todos entraban (o esa era la excusa que ponían algunos para echar a otros) y se empezaron a empujar los unos a los otros. Los más gentiles se apartaban y los vulnerables eran apartados. Ella era ambas, pero al mismo tiempo quería poder quedarse. Poco a poco, las personas se iban sujetando, para poder entrar todas en ese pequeño lugar.
Pero nadie tomó su mano. Y por más que intentó agarrar ella la mano de alguien, estaban todas ocupadas. Debido al reducido espacio, ella se vio obligada a abandonar el lugar, aunque eso significara mojarse en la lluvia.
Finalmente aceptó que no había espacio para ella ahí y decidió salir. Al salir, la lluvia la empapó y negándose a caminar sola debajo de la lluvia, se acercó a una de las ventanas del lugar y se quedó ahí, mirando de afuera hacia adentro.
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