Un cóndor sobrevolando las altas montañas
de Esquel, un pueblo de la Patagonia Argentina, se posó sobre la cerca que
delimitaba un terreno. El terreno era muy amplio, con una pequeña casa humilde a un costado del mismo. Había ruidos dentro de la casa; un golpe de sartén
contra el piso, se removían cajones, y algún que otro portazo.
Pero dentro de la casa, también había gritos.
No gritos de miedo, ni gritos de dolor. Eran gritos violentos, gritos de odio y
de furia. Dichos gritos, apenas eludibles ante el abrumador silencio, estaban
cargados de...