Tanta ira, tanta ira.
Sentí un calor en mi cuello, sentí como mis cejas se juntaban. Una onda de furia se revolvía en mi pecho, mientras mis hombros se ensanchaban, pensamientos impropios invadían mi cabeza y un silbido insoportable abrumaba mis oídos.
El calor de mi cuello bajó a todo mi cuerpo, me vibraba la cabeza, punzaba, dolía. Mi respiración aumentaba conforme la onda iracunda subía por mi garganta. El silbido era cada vez mas fuerte, cada vez más agudo, cada vez más penetrante, más mío, porque sonaba solo en mi cabeza....