Hacía ya cuatro años que le tenía miedo a la velocidad, al punto tal de querer ir caminado a todos lados, en lugar de usar algún medio de transporte. Mi psico-conductista me aconsejó que me suba a una montaña rusa. La verdad es que no me acordaba lo mucho que me habían gustado esos juegos. Decidí hacerle caso y visité el Parque de la Costa. Fui sola porque no quería hacer el ridículo en frente de mis amigos o conocidos.
Cuando llegué, lo primero que hice fue ver las majestuosas montañas rusas verde y roja. Me entró vértigo de solo...